" Hervás con sus castañares recoletos en la falda de la sierra, que hace espalda de Castilla, tus telares reliquias de economía medieval que el siglo abroga, y en un rincón la sinagoga en la que la grey se reunía, que hoy añora la verdura de España, la que regara con su lloro, -de él no avara- el Zaguán de Extremadura"
(Miguel de Unamuno)


Os invito a que emprendamos juntos un viaje gracias al cual esperamos llegar a conocer mejor el Barrio Judío de Hervás y su patrimonio histórico y cultural en general. Porque sólo protegemos lo que amamos, y sólo amamos lo que conocemos.

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domingo, 13 de febrero de 2011

PARA QUE NO CAIGA EN EL OLVIDO NI ENMUDEZCA DEFINITIVAMENTE



Abrimos hoy, tras una ausencia por la que me excuso y que en modo alguno es sinónimo de falta de interés por mis muy apreciados huéspedes, sino fruto más bien de las circunstancias, una nueva sección sobre cocina. Es mi intención intentar recuperar en ella recetas tradicionales que fueron de preparación cotidiana en Hervás hace no tantas décadas y que ahora, llegados ya quienes entonces cocinaban a una cierta edad, se van perdiendo. Cuántas veces he oído decir a vecinas del pueblo que ahora lucen unas espléndidas setenta u ochenta primaveras “yo, este año, ya he dejado de preparar los nuégados; me da pereza”. Totalmente comprensible que te de pereza después de llevar cincuenta o sesenta años preparándolos. Y cierto que en los establecimientos puedes encontrar dulces navideños aptos para casi cualquier ocasión sin necesidad de ensuciar y tener que limpiar toda la cocina. No obstante, sería aún más hermoso si a los hijos o nietos de esas mujeres (no es un comentario feminista; sabéis bien que en esa generación casi ningún hombre cocinaba. Aunque mi abuelo hacía unas excelentes tortillas de bacalao, por ejemplo) les diese por meterse en la cocina, acompañados de las matriarcas, y fuesen ellos quienes metiesen las manos en la masa. Seguramente la experiencia daría pie, además, a recuperar anécdotas del pasado, pedazos de las vidas de esas mujeres, que son también pedazos de nuestra propia historia. Sería una buena oportunidad para hablar más, porque en las familias existe cada día una mayor incomunicación. Y no se puede, no se debe vivir aislado. Y dejar que la experiencia acumulada en toda una vida se pierda es una pena, quizá incluso un pecado que antes o después habrá de tener su justo castigo.


La cocina es una parte fundamental de cualquier cultura, y un medio de expresión que a veces permite al individuo comunicar sentimientos de que otro modo no liberaría (pensemos en Como agua para chocolate). El deseo de cocinar es un indicativo esencial del estado de nuestro mundo afectivo. El día que comienza a turbarte la idea de que alguien a quien presuntamente amas se coma tus platos, comprendes que ha llegado el momento de sentarse y reflexionar, de rebuscar por dentro y asegurarse de que todo siga estando dónde estaba antes. Cuando dejas de entrar en la cocina, cuando renuncias a ese placer porque se te hace insoportable cocinar para él/ella, quiere decir que ya no hay vuelta atrás. Por el mismo motivo, cuando deseas cocinar para otras personas, eso es amor verdadero, sea del género que sea.

De hecho, como en el amor, creo que hay quienes entran en la cocina para comer y quienes lo hacen para que los demás coman. Pero me parece que sólo los segundos llegan a amar verdaderamente el arte culinario, y sólo ellos logran la magia, la simbiosis perfecta entre los ingredientes, el equilibrio entre originalidad y tradición, entre pasión y disciplina, entre creatividad y pragmatismo. En definitiva, creo que sólo los generosos, los que se dan mucho, llegan a ser buenos cocineros, por el mismo motivo por el cual sólo ellos llegan a ser buenos amantes (y por supuesto no estoy pensando únicamente, ni principalmente, en el plano físico). O quizá no lo sean, pero sus platos son los que tocan de verdad al corazón de los comensales. Porque el amor, lo cubras con las especias que lo cubras, se advierte siempre.

Así que quien esté dispuesto a emprender este viaje al pasado, que quiere ser al tiempo un viaje al futuro. Quien no tenga miedo a mancharse, a cortase y quizá a veces a quemarse (porque las manchas se lavan, las heridas cicatrizan y las quemaduras se curan), se arremangue los puños de la camisa (lavar no es tan divertido ni tan creativo como cocinar) y, con todo el entusiasmo del que sea capaz, me siga.

1 comentario:

Joop Zand dijo...

It's nice Salomé.

Thanks for your reaction.

Greetings from Hollanda, Joop

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