" Hervás con sus castañares recoletos en la falda de la sierra, que hace espalda de Castilla, tus telares reliquias de economía medieval que el siglo abroga, y en un rincón la sinagoga en la que la grey se reunía, que hoy añora la verdura de España, la que regara con su lloro, -de él no avara- el Zaguán de Extremadura"
(Miguel de Unamuno)


Os invito a que emprendamos juntos un viaje gracias al cual esperamos llegar a conocer mejor el Barrio Judío de Hervás y su patrimonio histórico y cultural en general. Porque sólo protegemos lo que amamos, y sólo amamos lo que conocemos.

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martes, 27 de diciembre de 2011

NOSTALGIA DE TUS JAMONES


Jose cierra. La charcutería José Luis del Arco cierra y nosotros nos sentimos un poco huérfanos. Como su propietario anunciase hace ya algún tiempo, merecidamente, se jubila.
He sido testigo; lo considero un privilegio. Yo estuve allí. Recuerdo tu entusiasmo el día que inventaste las morcillas para microondas. Y el sabor refinado de tus lenguas embuchadas, su textura magra y acogedora para el diente. Siempre he admirado a los profesionales, sea cual sea su especialidad.
Ese establecimiento de embutidos ha sido, como tantos otros comercios que ya no están y unos pocos que aún quedan, parte de la identidad de este pueblo. No sé qué nuevo negocio ocupará el número 23 de Relator González, pero al pasar yo seguiré viendo tu tienda.
Un escritor sabe que todo comienzo ha de tener un final. Sin embargo el buen escritor sabe que ese final puede convertirse a su vez en un nuevo comienzo. De alguna forma es el fin de una era. Pero es también el comienzo de otra. Otra tan brillante como tú la quieras: en la que las truchas acudirán sumisas al reclamo y, en las charcas, el sol nunca pintará delatadoras sombras. Una en la que las piernas serán de nuevo sólidas columnas para el templo. La voluntad no tiene límites.


DATOS PRÁCTICOS

José Luis cerrará su tienda definitivamente el día 31 de diciembre. Estos días pueden convertirse en una oportunidad perfecta para pasar a conocer lo que fue una institución en el reino de la charcutería, un negocio familiar heredado de sus padres, como los de antaño, los de confianza. Allí podéis encontrar aún los últimos vestigios de una profesión aprendida con paciencia y desarrollada con mimo, con respeto hacia las cosas bien hechas y hacia el cliente. Aún podréis adquirir los últimos productos a la venta: algunas conservas interesantes, setas de El Campanillo, excepcionales espárragos blancos, productos de Tio Picho, vinos curiosos, algunos licores de la tierra, los últimos ibéricos (jamón, lomo y chorizos) en oferta, los maravillosos quesos de la región, el incomparable pimentón de La Vera a un precio sin competencia, etc.
Se os acogerá con el calor que siempre se ha dispensado al caminante.

José Luis del Arco
C/ Relator González 23
10700 Hervás (Cáceres)


Para escuchar Me gusta la gente sencilla, de Facundo Cabral

miércoles, 14 de diciembre de 2011

EL ZORONGOLLO, ESE ENIGMÁTICO PLATO


El zorongollo, a pesar de su exótico nombre, otra cosa no es que una suerte de ensalada a base de pimientos rojos. Puede tomarse sola o aderezada con huevo cocido (en algunos lugares he visto que le pican jamón serrano, pero esto no es nada típico de Hervás). Además puede servir como guarnición para platos de carne o pescado.
Dicha ensalada presenta numerosas variantes a lo largo de la geografía española y, en concreto, goza de mucho éxito en la Vera cacereña. Por ello no es raro encontrar variantes también de una población a otra, o incluso de una casa a otra.
En Hervás el zorongollo solía cocinarse exclusivamente con pimientos asados. A los que, eso sí, muchos gustaban de añadir cebolla en crudo, cortada a grandes rodajas (como se solía servir en la población la ensalada de lechuga y tomate, y aún se sigue haciendo en los pocos restaurantes que han sobrevivido al tiempo sin cambiar de nombre ni gestión). Y tampoco  faltaban quienes añadían huevo cocido y picado.


PREPARACIÓN

SISTEMA TRADICIONAL
Antaño mi madre pintaba los pimientos enteros con aceite, los salaba, los colocaba en una bandeja para horno y los asaba lentamente hasta que perdían su consistencia crujiente (hay quienes todavía los asan directamente sobre el fuego en chimenea o barbacoa). Entonces los sacaba y pelaba aún en caliente, quemándose, casi siempre, todos los deditos… Había de hacerlo de este modo, aun no siendo masoquista: sencillamente así salían grandes superficies de piel con sólo tirar de ella; pero si los dejaba enfriar, ya no se pelaban igual de bien.
Con el tiempo mi madre descubrió (la inteligencia humana es algo prodigioso y absolutamente necesario para la supervivencia) que si horneas los pimientos en un cacharro cerrado y así los dejas enfriar unos minutos, al sudar el pimiento, su piel se despega casi sola de la carne… De haberlo sabido antes, nos habríamos ahorrado esas quemaduras de tercer grado... En fin.
Una vez tenemos el pimiento asado, sacamos tiras estrechas y largas y lo aderezamos con aceite de oliva, sal y vinagre. Podemos añadir cebolla, que normalmente se coloca en el fondo de la mezcla, para que coja más sabor.

ADAPTARSE A LA VIDA MODERNA: USEMOS EL MICROONDAS
Dado el poco tiempo del que normalmente se dispone hoy en día para cocinar, aquí os ofrezco una alternativa muy cómoda para preparar este plato. Yo misma normalmente opto por este sistema, a pesar de que el microondas y yo no hacemos muy buenas migas.

QUÉ NECESITO
Para preparar este plato, como muchos otros, convendría tener a mano un cofre de silicona para microondas. Los tenéis de varios tamaños y ya no son ni tan difíciles de encontrar ni tan caros como cuando salieron al mercado. Normalmente se usan para cocinar al vapor, pero como nosotros queremos preparar nuestras verduras con aceite, le quitaremos la bandejita que mantiene separados los alimentos del agua (tranquilos, todos los cofres se venden con instrucciones).

PREPARACIÓN AL MICROONDAS DE MI VERSIÓN DEL ZORONGOLLO
A pesar de que en Hervás el zorongollo no ve,  como en otras regiones, ni de lejos el ajo o el tomate…
Hacemos tiras delgadas y largas unos dos pimientos grandes (que suele ser lo que viene cabiendo como máximo en un cofre grande) y cortamos una cebolla grandecita en medias lunas. Añadimos una cabeza o cabeza y media (aquí las medidas son un poco al gusto del consumidor) de ajos bien pelados pero enteros. Salamos y colocamos en el cofre, regando después con un chorrito de aceite de oliva.

En unos 12-14 minutos a potencia media debería estar listo. Abrís el cofre con cuidado para no quemaros con el vapor y pasáis el contenido a un recipiente en el que podáis mezclarlo con un poquito de vinagre (es posible añadir otro poquito de aceite de oliva en crudo, pero sin pasarse). Aunque esto no es tradicional por aquí, yo prefiero el vinagre balsámico de Módena (ya puestos a saltarse las normas…). Dejáis enfriar y metéis en la nevera.

MECACHIS…
Inconveniente evidente: que en este caso no le quitamos la piel a los pimientos. A mi madre le daría un síncope, pero lo cierto es que bien cocinados, si el pimiento no es de una variedad con una piel especialmente dura, ésta no tiene porqué notarse tanto. Y además una buena parte de las vitaminas de fruta y verdura queda en su piel, que en cualquier caso hay que lavar muy bien para evitar restos de posibles pesticidas.

CONSUMO
El zorongollo está infinitamente mejor el día después de preparado o incluso los días sucesivos, cuando habrá cogido más sabor.
Cualquier aderezo, tradicional o no (huevo cocido, jamón picado, migas de atún o de bacalao desalado, etc) se le añadirá una vez ya frío.

SUGERENCIAS
He comprobado que el zorongollo marida muy bien, por ejemplo, con las anchoas en aceite. En ocasiones, cuando preparo cenas de “picoteo”, presento también cruasanes con zorongollo y anchoas. Normalmente uso cruasanes pequeños y los abro por la mitad. Los caliento ligeramente para que se vuelvan más blandos y aromáticos (ese inconfundible olor a mantequilla…). Les coloco un poco de zorongollo encima con un pelín de caldito y acabo rociándolos con pedacitos minúsculos de anchoas. Lo de picar muy fínamente las anchoas fue un truco que me inventé para poder seguir preparándole a mi madre mi famosa pizza de anchoas: tenía la tensión por las nubes. Descubrí que en casa nadie notaba el engaño: si distribuía los pedacitos bien, era capaz de utilizar para una pizza maxifamiliar ¡sólo 3 ó 4 anchoas! Y es que tienen mucho sabor, y además éste se potencia aún más con el calor del horno.
El zorongollo acompaña también muy bien al lomo o las chuletas adobadas. En días con prisa, puede bastar pasar una chuleta de cerdo adobada (o fiambre de lomo también) con un poquito de orégano y sal de ajo por la sartén, incluso sin aceite, y presentarla con un poco de zorongollo.

domingo, 3 de abril de 2011

PERRUNILLAS


Hoy abordaremos la elaboración del dulce más típico de Hervás, junto con los mantecados y los coquillos. Se trata de productos que podemos adquirir en las panaderías durante todo el año. Mientras los nuégados y las sopas dulces son propios de las Navidades, y se confeccionan únicamente en el calor del hogar. O más bien así era cuando aún se preparaban las recetas tradicionales, cada día más olvidadas.

INGREDIENTES
300 gr. de manteca de cerdo
5 huevos
600 gr. de harina aproximadamente (la masa indicará la que admite exactamente)
300 gr. de azúcar
media copita de anís

La manteca de cerdo, a temperatura ambiente, se trabaja con las manos, mezclando con el azúcar, el anís y 4 yemas. Sucesivamente añadimos la harina. Obtenida la masa, se divide en bolitas que se aplastan en forma de tortitas gruesas de entre 5 y 7 centímetros de diámetro. Batimos un huevo y pintamos las perrunillas, echando después una pizca de azúcar por encima.
Se cuecen en el horno hasta que se doren en su superficie, a unos 180 grados durante unos 15-20 minutos. Aunque conviene vigilarlas atentamente.

sábado, 5 de marzo de 2011

SOPAS DULCES


Cuando el joven vio llegar la cazuela de barro a la mesa, compendió: la tragedia que se había ido fraguando a lo largo de la velada alcanzaría dimensiones bíblicas. Una costra negra y en apariencia reseca cicatrizaba en el inquietante recipiente. Uno tras otro observó al resto de comensales, que empuñaban ya ansiosos sus respectivas cucharas en las diestras manos. Por consideración hacia el huésped, ese día el postre no se dejaría en el centro de la mesa, expuesto al azote de la gula. Sería servido en platos: uno para comensal. Pero no por ello dejaba de suscitar aprensión en el joven. Sus ojos saltaban de la funesta estampa que poco invitaba al pecado a las pupilas de la arisca muchacha de la cual se había enamorado. “Las ha preparado ella misma”, apostillaba su futura suegra para acabar de rematar la faena


"Aquello tenía una pinta malísima. Y qué podía hacer yo si no cerrar los ojos y comerme lo que tuviesen a bien echarme en el plato. Así que cerré los ojos y dije «que sea lo que Dios quiera»". Y Dios quiso niña. Y fue mi madre.

El apuesto salmantino, mi abuelo, nunca olvidó aquella primera vez que fue invitado a casa de sus futuros suegros. Generalmente nadie olvida la primera vez que se sentó ante una cazuela de sopas dulces (quizá, el postre navideño más típico hervasense): la experiencia suele marcar de por vida




INGREDIENTES

½ kilo de nueces
150 gr. de almendras
Vino tinto
Media barra candeal del día anterior
Azúcar
Miel (4 cucharadas)
Aceite (para freír)



PREPARACIÓN

Se cortan rebanadas de pan de aproximadamente 1 cm de grueso. Se las pasa por el vino hasta que se empapan y se fríen. Entre tanto trituramos someramente las almendras y nueces con un rodillo. En una cazuela de barro colocamos una capa del fan frito y le espolvoreamos por encima un puñado de azúcar y otro de la mezcla de los frutos secos triturados. De esta forma, se van colocando sucesivamente capas del pan frito y de esta mezcla.
Se hace un caldo con algo menos de ¼ litro de agua, los frutos secos sobrantes, 4 cucharadas de miel y 2 de azúcar. Se va añadiendo lentamente a la cazuela. A medida que el contenido de ésta absorbe el líquido, se va rellenando. Se deja reposar hasta el día siguiente. Entonces se mete en el horno a 180 grados durante unos ¾ de hora, hasta que se tueste la superficie.

Las sopas han de conservarse en la nevera. Se sacarán de la misma un ratito antes de ser consumidas.

domingo, 20 de febrero de 2011

QUE LAS HADAS PROTEJAN LAS MURALLAS DE HERVÁS. Y DERRIBEN LAS MENTALES

Hoy quiero parafrasear un título de Laura Uve (“Que las hadas protejan el amor” −http://u-topia1.blogspot.com/2011/02/que-las-hadas-protejan-el-amor.html−. Porque citar correctamente suele ser motivo de orgullo para el autor, y nada tiene que ver con el ruin plagio), y hacer un llamamiento a esas hadas en las que ella cree. En las que yo, a pesar de mi edad, aún sigo creyendo con una fe que no quiero considerar ciega, sino de penetrante vista. Porque, en efecto, no sólo es posible ver con los ojos. Y ése es uno de los motivos por los cuales os insto siempre a reapropiaros del tan (y tan injustamente) denostado tacto: a tocar, entre otras cosas, los árboles. Aprender a sentir es un largo proceso. Y el aprendizaje sentimental requiere mucha práctica.

Ayer, regresando de Gargantilla bajo la torrencial lluvia, la muralla, el agujero en la muralla, se materializó en mi mente. Porque estaba muy sumida en el paisaje interior y en su apasionado idilio con el paisaje exterior que me circundaba, pero no podemos caer en la tentación (ni siquiera los amantes más encendidos deben) de desgajarnos sin más del mundo. Ni de permitir que nuestra alegría o nuestro dolor se nos antoje el universo entero. Porque, de hecho, quizá nuestra alegría o nuestro dolor valgan mucho menos si no son compartidos. Quizá ni siquiera merezcan tales nombres cuando brotan aislados. Y porque yo no soy solo conmigo mismo: soy con otros, insertado en un tejido social que me debe, pero al que yo también debo. Siempre he considerado más satisfactorio regalar a que me regalen, amar a que me amen, escuchar (aunque quizá a veces no lo parezca) a que me escuchen.

Ayer pensaba en los efectos devastadores, peligrosísimos, que tendría toda esa agua en el precario apuntalamiento. En cómo el terreno se empaparía y pesaría cada vez más y más. Hasta quizá derrumbarse definitivamente.

Hoy, un vecino afectado me comunica que otro de los penitentes, conocedor además de los secretos del noble arte de la albañilería, asegura haberse percatado de que a lo largo de esta noche una modificación ha habido: uno de los puntales de la derecha se comba más que antes. Bajo lo que un profesional describe como un peso que ha aumentado en las últimas horas. Las piedras, la tierra y el lodo siguen bajando furtivamente, sigilosamente. ¿Dejaremos que ese lodo entierre? ¿Que enfangue la conciencia y con ella la memoria?

Si no nos protege el Ayuntamiento, que al menos nos protejan las hadas. Aunque, con todo el amor y el agradecimiento que nutro por lo sobrenatural, yo preferiría que fuesen los primeros quienes lo hiciesen: supondría un gesto. Quizá un gesto indicativo de un cambio de actitud. Y también de un cambio en el acercamiento a los vecinos de Hervás y sus problemas, a los problemas de las personas cuyos intereses presuntamente representa. Que el sistema no se revele un espejismo. Porque yo soy, fundamentalmente, mujer de fe. Y quiero seguir creyendo.

Mi salud mental y emocional agradecería sobremanera al Ayuntamiento de Hervás que tomase medidas, aunque éstas hubiesen de ser provisorias (si de verdad quien tiene que poner los fondos, sea quien sea, no dispone en este momento de ellos). Aunque fuese revisando (por parte de expertos fiables) el apuntalamiento y renovándolo. Si es que de momento no es posible restaurar, cuanto menos, ese pedazo de muralla. No esperemos a la desgracia.

viernes, 18 de febrero de 2011

ENTERRADOS VIVOS

Es necesario mirar dentro. Pero sin, ni siquiera en los momentos en los que la introspección es más profunda o nos encontramos en las simas más insondables, perder de vista lo que hay fuera. Porque de hecho esa introspección, que ha de servir para mejorarnos, ha de convertirnos en individuos más valiosos para la comunidad, para dar más y mejor a nuestros semejantes.


Hoy acogeremos una entrada que recupera, sin metáforas ni otras figuras literarias, sin velos, la esencia originaria de este blog, y también de mi blog centrado en la naturaleza de Hervás (http://hervasencuatrosaltos.blogspot.com/). Ambos nacieron en su día con vocación de servicio a la comunidad, ya sea a la de Hervás o a una mucho más amplia. Y hoy ponemos ambos al servicio de la comunidad más restringida: la patria chica. Pero apelando también, por supuesto, a la solidaridad de los que componen la mayor: a quienes nos han visitado o nos visitará, a quienes quizá nunca lleguen a conocernos y sencillamente se preocupan por su prójimo. Porque además los amantes de la naturaleza suelen ser personas especialmente solidarias, en buena medida por motivos que analizamos hace ya algún tiempo.

Disculpareis si el título parece un tanto efectista. Si adopta tintes dramáticos o incluso catastrofistas. También podría haber titulado esta entrada “La muralla de Hervás se está cayendo”, parafraseando la famosa cancioncilla infantil inglesa “El puente de Londres se está cayendo”. Pero la cosa es que yo, que (os lo creáis o no) tiendo siempre a desdramatizar, en este momento no tengo ningunas ganas de tomármelo a broma. No, porque no es cosa de risa que las personas no concilien el sueño por las noches pensando si la muralla que rodea la Iglesia de Santa María de Hervás (Santa María de la Asunción de las Aguas Vivas) acabará cayendo sobre sus cabezas. No es una bella margarita que deshojar.

Hoy, a eso de las dos de la tarde, cuando le preguntaba a una de las vecinas más afectadas qué mensaje deseaba transmitir a las personas que leyesen esta entrada (a todos sus vecinos, si fuese posible que a ellos llegase a través de nosotros), qué sensación quería que los demás percibiesen, ella respondía, como es lógico, “que se vive con miedo”. Añadía “cuando escucho ruidos raros por la noche, pienso Ay, Dios mío, a ver si es la muralla que ya se está cayendo. Y cuando sopla el viento pienso a ver si se va a caer ahora”. Añade este testigo que ayer vio desprenderse nuevamente tierra en el hueco apuntalado en la muralla. Apuntalado como lo veis en las fotos desde que esas piedras se derrumbaron, unos días antes de Nochebuena. Qué gran regalo de Navidad para los vecinos de esta calle, que ocupa la parte trasera de la iglesia y que va a dar a un mirador bastante transitado también por los turistas.

Y lo cierto es que este regalo no es inesperado, no es el primero que esa muralla les ofrece. Un pedazo contiguo, reconstruido ahora (lo veis de color ligeramente más claro en las fotos), se cayó hace casi siete años. Entonces, los mismos vecinos que ven ahora peligrar su integridad de nuevo habían avisado de que un día u otro sucedería una desgracia, como han hecho ahora también en varias ocasiones. Consiguieron que la zona fuese visitada por la aparejadora del Ayuntamiento, que según estos testigos les tranquilizó diciéndoles que aquello resistiría. Que les tranquilizó es una forma de hablar, porque entre los testigos había personas dedicadas al noble arte de la construcción, y su optimismo no se les contagió. Según me contaban hoy, esa misma noche la muralla cedió. Sepulto la moto de uno de los vecinos, dañó las escaleras de ingreso a su casa y no se llevó a nadie por delante porque quiso el destino, o la Providencia, que nadie transitase en ese momento por la calle. Pero las piedras de la muralla acariciaron bruscamente las pareces de esas casas. De haber sido más alta la muralla… De hecho tal fue la vibración que el derrumbe produjo que posteriormente estos mismos vecinos advirtieron goteras en su techo y, al ir a repararlas un albañil contratado por ellos, éste les comentó que el problema se debía a que la desgracia había provocado que se descolocasen las placas sobre las que apoyaban las tejas.

El problema se repitió unos diez metros más adelante hace unos tres años, cuando otro pedazo de la muralla cedió sobre una cuadra. Y venía de antiguo: hace unos cuarenta y pico años otro pedazo de la misma se había derrumbado ya.

El boquete que observáis en las fotos, el que ahora nos ocupa y reclama atención inmediata, se abrió, como os decía, unos días antes de Nochebuena. Como otras veces, los vecinos habían avisado antes reiteradamente al Ayuntamiento del peligro, que es consabido. Ese día, cuando finalmente se derrumbó, al ser avisada, la policía se personó inmediatamente. Los vecinos fueron desalojados durante dos noches: tres familias debieron abandonar sus casas. En realidad toda la calle se veía afectada, pero las demás familias no viven asiduamente allí.

Desde entonces, desde antes de Navidades, ese boquete sigue apuntalado de la forma precaria que veis (los puntales internos apoyan sobre tierra removida). Y lo más preocupante no es sólo el tiempo que ha pasado (tiempo en el que esos vecinos no duermen tranquilos), sino todas las lluvias caídas que lógicamente aumentarán los desprendimientos en el terreno, en una roca que se erosiona con facilidad. Hoy otro de los afectados manifestaba que si no ha terminado de caerse no es por los puntales, sino porque Dios no ha querido. Y es que, en efecto, Él aprieta, pero no ahoga. Aunque las acciones de los responsables no se deberían limitar a confiar en esta máxima. Está muy bien tener fe, pero a veces eso no basta. No debe bastar. Especialmente si se es un cargo público.

Me confirman que la Policía Municipal pasa con una cierta frecuencia a ver el estado de la zona apuntalada. Pero lo cierto es que, a pesar de no albergar dudas sobre la escrupulosidad con la cual desenvolverán su función, ellos no son técnicos. Parece ser que los peritos estuvieron sacando fotos después de Navidades. Los vecinos se sienten abandonados y muy defraudados. “No se puede tener esto en tal estado de dejadez”, me decía uno hoy.

Las quejas al Ayuntamiento han sido múltiples y actualmente, ante la aparente pasividad, los vecinos están recogiendo firmas. La respuesta es siempre la misma: que ya están en ello. Pero en ello llevan desde las Navidades. Y éste es un problema recurrente desde, como hemos visto, el cuarenta y pico. Mucho llevan en ello para sólo parchear malamente algunas zonas con ladrillo (visto que la iglesia es uno de los monumentos más antiguos de Hervás, tengo mis dudas sobre lo oportuno de este tipo de “arreglos”) o rehacer pequeños tramos una vez éstos se han caído del todo. Será que a mí me ha encantado siempre el dicho “mejor prevenir que curar”. Sobre todo porque en este caso, con algo tan serio, podría no haber cura posible.

La otra respuesta es que esas obras son responsabilidad del Obispado.

Bien, querido Ayuntamiento de Hervás, a los vecinos ya les da igual de quién sea la jurisdicción y la responsabilidad: el riesgo real, inminente, está denunciado desde hace mucho, y se lleva demasiado tentando a la suerte. Lo razonable en este caso sería resolver el problema inmediatamente, y luego depurar responsabilidades o apelar a la conciencia de quién sea necesario. Solucionad primero y después echaos en cara entre vosotros todo lo que queráis. Lo pague el Obispado, el Ayuntamiento de Hervás o la Junta de Extremadura, eso ha de ser resuelto ya, PORQUE ES LA VIDA DE PERSONAS DE CARNE Y HUESO LA QUE ESTÁ EN JUEGO. DE PERSONAS QUE ESTÁN VIVITAS Y COLEANDO... DE MOMENTO. Podría decirlo incluso más alto, pero no más claro.

La pregunta es si vamos a seguir esperando hasta que ocurra una desgracia irreparable, una que no sea “sólo” material: hasta que un día alguien pase despreocupadamente por allí y una enorme roca de corazón duro se lleve su vida prematuramente por delante. O hasta que la ansiedad les destroce los nervios a quienes viven bajo esa amenaza constante.

Como me hacen notar los vecinos, en este momento si ocurriese alguna desgracia, si se necesitase asistencia médica urgente, por ejemplo, una ambulancia no podría acceder a esta calle. Como observáis en las fotos, ya resulta complicado simplemente entrar en esas casas; los pedruscos caídos llegan casi hasta las mismas puertas.

Por otro lado esa muralla, como os decía antes, forma parte de un patrimonio histórico que hay que salvaguardar, que está exigiendo un mantenimiento, una reconstrucción adecuada (que desde luego no debería pasar por el parcheo con ladrillo).

La iglesia de Santa María ocupó un bastión en origen templario. Fue construida en el siglo XIII y es escenario de algunas leyendas de esta comunidad; forma parte de un bagaje histórico, cultural y artístico que hay que preservar. Es un monumento de todos los hervasenses. Igual que este problema no atañe sólo a los habitantes de esa calle, sino a los de todo el pueblo.

Éste es, ante todo, un llamamiento a la solidaridad de todos los habitantes de Hérvás, que han de recuperar el sentimiento de pertenencia a una comunidad, como existió antaño. Hacedlo por generosidad, por empatía, por haber comprendido que lo que le sucede a uno es lo que nos sucede a todos. Pero si no sois capaces de hacerlo por esos motivos, hacedlo al menos por egoísmo. Porque mañana os podría tocar a vosotros: porque un día podrías tener un problema del que el resto del pueblo decidiese desentenderse.

Os recuerdo el famoso poema de Martin Niemoeller “Cuando los nazis vinieron”, que muchos atribuyen a Brecht.



Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas,

guardé silencio,

porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a buscar a los judíos,

no protesté,

porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme,

no había nadie más que pudiera protestar.





La lista para recogida de firmas que se presentará en el Ayuntamiento está en la tienda de ultramarinos de José Luis del Arco, en la calle Relator González… (La Calle de los Comercios para los hervasenses). Él es uno de los principales afectados (si bien tiene la fortuna de no vivir allí. Es su secadero el que podría desaparecer cualquier día bajo la muralla) y os atenderá con mucho gusto. No sigáis callando como habéis callado con tantas otras cosas sólo porque, como algunos confesáis en privado, “no se puede cambiar nada”. No os escondáis tras esa pobre justificación. Sería más vergonzoso aún en los tiempos que corren, en los que las voces ponderadas y pacíficas parecen dispuestas a reconquistar los lugares que les corresponden, a reconquistarlos incluso en circunstancias mucho más adversas que las nuestras. Id a firmar por conciencia, por compromiso, por generosidad. Y si no podéis, id a firmar por egoísmo. Pero id.

Por último, se me ha ocurrido que algunos hervasenses que viven lejos pueden (deberían) estar interesados en mostrar su apoyo y exigir una actuación responsable. Se me ha ocurrido que podríamos habilitar un correo electrónico para que a él pudiesen enviar su firma escaneada. Así mismo podríamos hacer otra lista con todos aquellos interesados en mostrar su apoyo a los vecinos de Hervás aun no siendo hijos de la villa. Quizá al Ayuntamiento le interese constatar cuántas personas, potenciales turistas, se preocupan por la buena salud del pueblo. Porque quizá un día podrán quedarse sin monumentos que visitar. Nuestros embutidos y dulces seguirán siendo proverbiales, pero no estaría mal que pudieseis encontrar aún el pueblo en pie si os decidís a hacernos una visita.

¿Qué exagero? No sé, podría ser: entero no se va a caer. Pero es que con la vida y la tranquilidad de las personas no se juega. Me parece.




lunes, 14 de febrero de 2011

NUÉGADOS



Ingredientes:




Obleas (grandes y preferentemente no azucaradas)

1 tazón de azúcar

1 tazón de pan rallado

2 tazones de nueces molidas en pedazos gruesos

2 cucharadas soperas de miel

2 tacitas (de café) de zumo de naranja recién exprimido

La ralladura de una naranja





Preparación



Ponemos al fuego en una cazuela el zumo, la miel, el azúcar y la ralladura. En el momento en que comienza a hervir, se vierte el pan rallado y las nueces. Las nueces se trocean preferentemente con un rodillo. No obstante, si os gusta la masa más fina, podéis usar un robot de cocina. Se remueve sólo para amalgamar y se retira del fuego.

En caliente, con la ayuda de dos cucharas, se coloca la pasta sobre una oblea y se cubre con otra. Se aplasta en caliente para que se adhieran bien y, aún en caliente, se recortan los bordes para que queden regulares. El estrato de relleno no debería ser demasiado grueso.

Normalmente, al menos en mi casa y en todas las que conozco de miembros de la familia, se sirven troceados en cuadraditos como el turrón.

Os advierto que las obleas no azucaradas se parten con más facilidad que las azucaradas. Para evitarlo hay que aplastarlas con sumo cuidado y estando el relleno lo más caliente posible.

Próximamente hablaremos un poco sobre este dulce tan típico de la Navidad en estos parajes, que cada día lamentablemente se prepara menos. Entre tanto, que ustedes lo cocinen bien. Habréis observado que es un esfuerzo muy pequeño para conservar un patrimonio cultural de siglos. Yo creo que vale la pena. Nuestros nietos deberían poder conocerlos.

domingo, 13 de febrero de 2011

PARA QUE NO CAIGA EN EL OLVIDO NI ENMUDEZCA DEFINITIVAMENTE



Abrimos hoy, tras una ausencia por la que me excuso y que en modo alguno es sinónimo de falta de interés por mis muy apreciados huéspedes, sino fruto más bien de las circunstancias, una nueva sección sobre cocina. Es mi intención intentar recuperar en ella recetas tradicionales que fueron de preparación cotidiana en Hervás hace no tantas décadas y que ahora, llegados ya quienes entonces cocinaban a una cierta edad, se van perdiendo. Cuántas veces he oído decir a vecinas del pueblo que ahora lucen unas espléndidas setenta u ochenta primaveras “yo, este año, ya he dejado de preparar los nuégados; me da pereza”. Totalmente comprensible que te de pereza después de llevar cincuenta o sesenta años preparándolos. Y cierto que en los establecimientos puedes encontrar dulces navideños aptos para casi cualquier ocasión sin necesidad de ensuciar y tener que limpiar toda la cocina. No obstante, sería aún más hermoso si a los hijos o nietos de esas mujeres (no es un comentario feminista; sabéis bien que en esa generación casi ningún hombre cocinaba. Aunque mi abuelo hacía unas excelentes tortillas de bacalao, por ejemplo) les diese por meterse en la cocina, acompañados de las matriarcas, y fuesen ellos quienes metiesen las manos en la masa. Seguramente la experiencia daría pie, además, a recuperar anécdotas del pasado, pedazos de las vidas de esas mujeres, que son también pedazos de nuestra propia historia. Sería una buena oportunidad para hablar más, porque en las familias existe cada día una mayor incomunicación. Y no se puede, no se debe vivir aislado. Y dejar que la experiencia acumulada en toda una vida se pierda es una pena, quizá incluso un pecado que antes o después habrá de tener su justo castigo.


La cocina es una parte fundamental de cualquier cultura, y un medio de expresión que a veces permite al individuo comunicar sentimientos de que otro modo no liberaría (pensemos en Como agua para chocolate). El deseo de cocinar es un indicativo esencial del estado de nuestro mundo afectivo. El día que comienza a turbarte la idea de que alguien a quien presuntamente amas se coma tus platos, comprendes que ha llegado el momento de sentarse y reflexionar, de rebuscar por dentro y asegurarse de que todo siga estando dónde estaba antes. Cuando dejas de entrar en la cocina, cuando renuncias a ese placer porque se te hace insoportable cocinar para él/ella, quiere decir que ya no hay vuelta atrás. Por el mismo motivo, cuando deseas cocinar para otras personas, eso es amor verdadero, sea del género que sea.

De hecho, como en el amor, creo que hay quienes entran en la cocina para comer y quienes lo hacen para que los demás coman. Pero me parece que sólo los segundos llegan a amar verdaderamente el arte culinario, y sólo ellos logran la magia, la simbiosis perfecta entre los ingredientes, el equilibrio entre originalidad y tradición, entre pasión y disciplina, entre creatividad y pragmatismo. En definitiva, creo que sólo los generosos, los que se dan mucho, llegan a ser buenos cocineros, por el mismo motivo por el cual sólo ellos llegan a ser buenos amantes (y por supuesto no estoy pensando únicamente, ni principalmente, en el plano físico). O quizá no lo sean, pero sus platos son los que tocan de verdad al corazón de los comensales. Porque el amor, lo cubras con las especias que lo cubras, se advierte siempre.

Así que quien esté dispuesto a emprender este viaje al pasado, que quiere ser al tiempo un viaje al futuro. Quien no tenga miedo a mancharse, a cortase y quizá a veces a quemarse (porque las manchas se lavan, las heridas cicatrizan y las quemaduras se curan), se arremangue los puños de la camisa (lavar no es tan divertido ni tan creativo como cocinar) y, con todo el entusiasmo del que sea capaz, me siga.

miércoles, 5 de enero de 2011

TIEMPO DE MORCILLAS



HABITANTES DEL BARRIO JUDIO, PERO TAMBIÉN EXTREMEÑOS: DEL CERDO, HASTA LOS ANDARES



¡Pero esta mujer ha perdido definitivamente el poco juicio que le quedaba! ¡El cerdo no es kosher! Acepto la objeción: por supuesto, el cerdo no es un alimento kosher. El Levítico 11:3-8 deja bien claro que los judíos pueden comer sólo herbívoros con pezuña hendida, lo que la práctica reduce las opciones al ganado bovino, ovino y caprino; pero deja al margen al cerdo (omnívoro), conejo, liebre y camello (que en Hervás no suele ser un plato muy común). No obstante actualmente tenemos la fortuna de gozar de libertad para profesar la religión que consideremos más oportuna o incluso no profesar ninguna, de tal forma que en el Barrio Judío pueden convivir habitantes de cualquier religión, gnósticos y ateos. Cada uno, por supuesto, seguirá las normas y preceptos que le dicte su conciencia por cuanto respecta a la cocina y al resto de ámbitos de la vida. Por ello no podemos obviar que el Barrio Judío es el lugar perfecto para comprar morcillas caseras. Menos todavía teniendo en cuenta que es éste el mejor momento para adquirirlas.


En honor a la verdad, las morcillas de calabaza, en este pueblo, afortunadamente, se pueden comprar casi en cualquier sitio. De momento en las farmacias no, pero a mí no me parecería una mala idea: algo tan bueno, si consumido con moderación, no puede hacer daño a la salud y proporciona no poca felicidad al espíritu. Yo también las compro en varios establecimientos (procuro irlos turnando; me parece justo comprar a veces en unos lugares y otras veces, en otros. Aunque por supuesto tengo mis preferencias como todo el mundo) de los que no daré nombres porque alguien siempre se quedaría fuera sin merecérselo, y las morcillas de cada una de esas tiendas (algunas fabricadas aquí por quienes las regentan y otras, en los alrededores) tienen su toque particular que gustará más a unos que a otros. Sin embargo en el Barrio Judío es fácil recuperar los sabores de un tiempo: las morcillas de la infancia. En bastantes casas se preparan aún, y una parte de ellas se venden al público. Ya sabemos que en teoría esto no se puede hacer. En general respeto las normas con celo, pero ello no implica que considere todas las normas justas. Estas morcillas, en efecto, no llevan etiquetas. Sin embargo a mí me basta probarlas para comerlas con infinita más tranquilidad que otros muchos productos que presuntamente han pasado los pertinentes controles de calidad.


“Esta insensata… instando a la gente a que se salte las normas de sanidad”, quizá piense alguien. Pues sí, qué queréis que os diga. Os hago notar sólo un pequeño detalle: muchas de las normas europeas relativas a la manipulación de alimentos, en concreto de embutidos por parte de los pequeños productores, son exageradas (por no decir absurdas en algunos casos. Eso sin contar con las que reducen la calidad del producto, que era infinitamente mejor cuando se seguían procedimientos tradicionales mucho más naturales), pero ahí tenemos el último escándalo de las dioxinas alemanas. Y luego a nosotros los productos porcinos se nos revisan con lupa… El fariseísmo es demasiado descarado, y a mí la ley del embudo nunca me ha gustado.


Os dejo el link en el que os podréis informar sobre la normativa que regula la matanza, siempre para consumo familiar, en Extremadura: http://sede.juntaex.es/tramitespdf/1804.


Lo que resulta prácticamente imposible en Hervás es encontrar morcillas de patata, mis preferidas. No sólo es imposible dar con alguien que las haya hecho para sí y te venda alguna, sino que ni siquiera en los establecimientos son fáciles de encontrar. El año pasado yo logré comprarlas sólo en dos lugares, y eran morcillas fabricadas en pueblos de los alrededores. La reticencia a prepararlas se entiende, ya que la manipulación de la patata, por una serie de motivos que ahora tampoco vamos a analizar, es mucho más pesada y complicada que la manipulación de la calabaza.


En la foto observáis una morcilla de calabaza y una de patata. La primera es la más arrugada y oscura. La segunda, la más gruesa y de superficie más tersa. Las dos son exquisitas; ahora las veis, ahora ya no las veis. Así que llegáis justo a tiempo: antes de que esgrima, con ternura, el cuchillo.