El Barrio Judío es un reducto de tradiciones no sólo arquitectónicas, en él pervive aún la admirable costumbre, hasta hace no mucho extendida en buena parte del pueblo, de mantener las puertas abiertas durante todo el día. Al menos cuando el buen tiempo lo permite. Da la sensación de que a la desconfianza le cuesta anidar allí, de que la hospitalidad o el afán de mantenerse abierto al mundo, de integrarse, de sentirse parte de una comunidad, sigue pesando más que el miedo que nos somete a su imperio cada día un poco más. Y es que cuando uno pasea por sus calles, en efecto, le parece percibir que allí las relaciones entre los vecinos siguen siendo más estrechas de lo que resulta usual hoy en día, más similares a lo que fueron un tiempo.
En el Barrio Judío casi todas las puertas siguen los cánones que también predominaban en el pasado en la parte alta de Hervás (usamos este denominación atendiendo simplemente a la morfología del pueblo, ya que para acceder a la judería hay que descender por cualquiera de sus accesos). Allí muchas de ellas siguen siendo bastante antiguas, pués no pocas casas están deshabitadas desde hace tiempo. No obstante, la mayor parte de las rehabilitaciones recientes han respetado también cuidadosamente esos cánones haciendo uso de puertas de nueva fabricación que reproducen modelos antiguos.
Ni que decir tiene que las puertas de Hervás eran fabricadas en resistente madera de castaño (y generalmente decoradas con gruesos clavos). Un material que suele ser común también en los dinteles y en ocasiones incluso en las jambas, que otras veces son de piedra. Se trataba de recias puertas que a simple vista se podrían considerar celosos custodios de la intimidad de los habitantes de sus casas. Sin embargo, su forma nos habla más bien de una marcada voluntad de promover la integración y la socialización, de acercar más que de alejar. El modelo de puerta más común estaba constituido por una hoja de una pieza y otra dividida en dos, de las cuales la superior solía mantenerse —y en el Barrio Judío suele mantenerse aún— abierta. Para evitar que demasiado calor entrase en la casa y también para proteger el zaguán de miradas excesivamente indiscretas, tras la hoja de la puerta que solía permanecer parcialmente abierta todo el día se colocaba una cortina tupida, como las que aún se pueden ver actualmente en algunas casas de la judería.
En algunas de esas puertas antiguas podemos ver todavía las gateras por las los pequeños compañeros de los antiguos pobladores del Barrio Judío regresaban a sus hogares.
Las puertas también pueden ser más estrechas, de una sólo hoja dividida en dos.
Las anchas puertas de dos hojas de una pieza, a menudo muy destartaladas, solían dar paso a bodegas privadas y en algunas ocasiones a bodegas abiertas al público, como la famosa bodega Los Conos, hoy lamentablemente cerrada. Algunas de éstas están semienterradas. Aunque también es posible encontrar casa con el ingreso semienterrado.
En el Barrio Judío casi todas las puertas siguen los cánones que también predominaban en el pasado en la parte alta de Hervás (usamos este denominación atendiendo simplemente a la morfología del pueblo, ya que para acceder a la judería hay que descender por cualquiera de sus accesos). Allí muchas de ellas siguen siendo bastante antiguas, pués no pocas casas están deshabitadas desde hace tiempo. No obstante, la mayor parte de las rehabilitaciones recientes han respetado también cuidadosamente esos cánones haciendo uso de puertas de nueva fabricación que reproducen modelos antiguos.
Ni que decir tiene que las puertas de Hervás eran fabricadas en resistente madera de castaño (y generalmente decoradas con gruesos clavos). Un material que suele ser común también en los dinteles y en ocasiones incluso en las jambas, que otras veces son de piedra. Se trataba de recias puertas que a simple vista se podrían considerar celosos custodios de la intimidad de los habitantes de sus casas. Sin embargo, su forma nos habla más bien de una marcada voluntad de promover la integración y la socialización, de acercar más que de alejar. El modelo de puerta más común estaba constituido por una hoja de una pieza y otra dividida en dos, de las cuales la superior solía mantenerse —y en el Barrio Judío suele mantenerse aún— abierta. Para evitar que demasiado calor entrase en la casa y también para proteger el zaguán de miradas excesivamente indiscretas, tras la hoja de la puerta que solía permanecer parcialmente abierta todo el día se colocaba una cortina tupida, como las que aún se pueden ver actualmente en algunas casas de la judería.
En algunas de esas puertas antiguas podemos ver todavía las gateras por las los pequeños compañeros de los antiguos pobladores del Barrio Judío regresaban a sus hogares.
Las puertas también pueden ser más estrechas, de una sólo hoja dividida en dos.
Las anchas puertas de dos hojas de una pieza, a menudo muy destartaladas, solían dar paso a bodegas privadas y en algunas ocasiones a bodegas abiertas al público, como la famosa bodega Los Conos, hoy lamentablemente cerrada. Algunas de éstas están semienterradas. Aunque también es posible encontrar casa con el ingreso semienterrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario