" Hervás con sus castañares recoletos en la falda de la sierra, que hace espalda de Castilla, tus telares reliquias de economía medieval que el siglo abroga, y en un rincón la sinagoga en la que la grey se reunía, que hoy añora la verdura de España, la que regara con su lloro, -de él no avara- el Zaguán de Extremadura"
(Miguel de Unamuno)


Os invito a que emprendamos juntos un viaje gracias al cual esperamos llegar a conocer mejor el Barrio Judío de Hervás y su patrimonio histórico y cultural en general. Porque sólo protegemos lo que amamos, y sólo amamos lo que conocemos.

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sábado, 21 de enero de 2012

PRETEXTOS


A menudo me habréis oído (o leído) decir que la cocina es cultura. No lo retiro, por supuesto. No obstante, si hubiese de afinar aún más, y pudiendo escoger sólo una, me quedo con otra definición: la cocina es pretexto. La cocina es pretexto para compartir tiempo con nuestros semejantes: el que emplearemos para preparar los platos y el que discurrirá ameno alrededor de la mesa, mientras los consumimos con aquellos para quienes los hemos preparado. La cocina es pretexto para socializar, para charlar durante las comidas y en las sobremesas. O al menos así lo era, porque cada día resulta más frecuente que las parejas y los miembros de las familias coman cada uno por su lado, de cualquier forma. Y sin embargo la cocina es pretexto para demostrar nuestro amor: cómo no recordar la cautivadora “Como agua para chocolate”.
Tan cierto resulta que la cocina no consiste ni más (ni menos) que en un pretexto, que uno de los platos más popular de Hervás es el bollo de San Antón, ése que muchos críos (y algunos adultos) han consumido el 17 de este mes en las inmediaciones de la ermita de San Antón, tras la misa y la sucesiva bendición de los animales de compañía. No encontraréis aquí la receta de esa vianda: el pudor me impide explicaros cómo hacer una tortilla de chorizo… Sí, una tortilla de chorizo. Porque eso es exactamente lo que rellena el bollo (un pan redondo, preferentemente de pueblo). ¿Y es ése el misterio alrededor del que se reúnen los hervasenses cada 17 de enero en una de sus fiestas más tradicionales? Pues sí, porque la cocina es pretexto, y a veces lo de menos es lo que comemos. Lo de más es el ambiente festivo, el que hace que los asistentes encuentren tan suculento el humilde plato. Quizá porque se consume en el pinar aledaño, y allí las gentes por un momento casi olvidan que se encuentra en el casco urbano. Los niños juegan entre los árboles y los adultos pasean hasta la Plaza de Nápoles, donde dentro de algún tiempo podremos volver a disfrutar del aroma de las mimosas. Y de regreso hacia la ermita, se pasa bajo las Tres Cruces, ese modesto Gólgota local que, para mi gusto, tanto encanto ha perdido desde que alguien se empeñase en remodelarlo y darle un “toque de color” al monumento pensando, muy probablemente, que así lo hacía más moderno y menos austero, más vacío de recuerdos quizá. Pero lo cierto es que hay traiciones que no se pueden olvidar, por mucho que uno intente apartar la vista del plato de lentejas y la dirija hacia el bollo de San Antón del que los fieles parecen disfrutar.
Cada día es más frecuente que las personas no coman en comunidad. Que la última cena no sea ni la última ni la primera: que nada tenga de sacro ni de compartido, nada de legado ni de redención. Cada día es más frecuente que comamos solos y en silencio. Sin el otro alimento al que sirve de pretexto la cocina: sin las palabras, sin las cómplices miradas... La cocina se está convirtiendo en mero sustento del cuerpo (y a veces, ni eso), mientras el espíritu se debilita abandonada a la buena de Dios. ¿Dejaremos que el alma muera finalmente de inanición?
Y ahora quizá pareciera procedente colocaros una foto de la ermita de San Antón, o de una fotogénica tortilla de chorizo, o de la Plaza de Nápoles, o… Sí, no cabe duda, parecerlo, lo pareciera. Pero como puede que esta entrada sea también un pretexto… Prefiero alimentar vuestra alma, y os coloco en cabecera un amanecer cualquiera de invierno sobre la Pista Heidi.

Para escuchar la banda sonora de la suculenta película Chocolat

4 comentarios:

Xurde Radío dijo...

Te doy toda la razón. No hay mejor pretexto que una comida para hacer vida social. Alrededor de una mesa se cierran tratos, se hacen negocios o simplemente se ensalza la amistad.
Aquí en mi tierra tienen gran importancia las espichas como acontecimiento de reunión social, en las que comer y beber sidra son la excusa perfecta para charlar y confraternizar, de hecho en una espicha estás de pie para darte libertad de movimientos y así hablar con unos y otros sin la limitación que supone estar sentado a una mesa. Además, no olvidemos que la sidra es una de las bebidas más sociales que existen, se comparte hasta el vaso.
Por otra parte, no sólo se hace vida social en la comida, cuando quedamos con amigos para hacer una barbacoa, una parrilla o una paella la fiesta comienza preparando las viandas, continúa dando buena cuenta de ellas y se alarga en sobremesas sin fin.
Un saludo.

Manuel Torres Rojas dijo...

De entre las infinitas carencias que me adornan, la más penosa de soportar, para mí, es mi desconocimiento de los rudimentos del arte de los fogones ¡Qué bien me vendría ahora en mi recobrada soltería!

Japy dijo...

Gracias por tu comentario. Un placer como siempre volver por esta tu casa. Un abrazo.

Salomé Guadalupe Ingelmo dijo...

No te equivoques, querido Manuel, viene aún mejor cuando uno no está soltero (o para dejar de estarlo): no hay nada tan irresistible como un señor metido en la cocina. También te digo que nunca es tarde para aprender. Besos.

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